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Conozcamos a Muhammad (parte 1 de 2)

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Descripción: La primera de una lección de dos partes sobre conocer al hombre llamado Muhammad (la paz sea con él), cuyo nombre se menciona en la Shahadah.

Por Imam Kamil Mufti

Publicado el 14 Apr 2019 - Última modificación 14 May 2017

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Prerrequisitos

·El testimonio de fe.

Objetivos

·Conocer la importancia del testimonio de fe.

·Conocer el significado de la segunda parte del testimonio de fe.

Términos árabes

·Shahadah: Testimonio de fe.

Introducción

Previamente, hemos discutido los significados de la primera parte de la Shahadah: “La ilaha illa Allah”. En esta serie de lecciones, analizaremos la segunda parte: “Muhammadun Rasul Allah”. Conoceremos al hombre llamado Muhammad (que la misericordia y las bendiciones de Allah sean con él) y aprenderemos lo que significa realmente dar testimonio de su profecía.

¿Quién era Muhammad (que la misericordia y las bendiciones de Allah sean con él)?

Muhammad nació en una tribu noble de La Meca en Arabia en el año 570 E.C. Su linaje se remonta al Profeta Ismael uno de los dos hijos del Profeta Abraham. Su padre murió poco antes de su nacimiento y su madre murió cuando él tenía seis años. Fue criado primeramente por una nodriza del desierto, como era costumbre en aquellos días, luego por su abuelo y luego por su tío. En su juventud, se hizo conocido por ser un buen hombre, fiel a su palabra, siempre la cumplía. A la edad de cuarenta años Allah lo eligió como Profeta, como fue predicho por profetas anteriores como Moisés y Jesús; y el ángel Gabriel le trajo la primera revelación mientras Muhammad meditaba en la cueva de Hirá en La Meca. De ahí en adelante Allah le envió revelaciones por un periodo de 23 años. Este libro de revelaciones se llama el Corán, y es su mayor milagro existente hasta hoy y la prueba de su veracidad.

Como todos los profetas anteriores a él, Muhammad era un ser humano elegido por Allah para comunicar su mensaje a la creación. Él comía, bebía, dormía y vivía como otros seres humanos. Su conocimiento del futuro se limitaba a lo que Allah le revelaba. En pocas palabras, él no tenía ninguna participación en la gestión de los asuntos del universo. No era divino, no es un dios, y los musulmanes no lo adoran. Él era un Profeta y Mensajero, uno de una larga lista de profetas que incluye a Abraham, Moisés, los profetas hebreos y Jesús. Él declaró la hermandad fraterna de todos los profetas:

“Los profetas son todos hermanos paternos. Sus madres son distintas pero su religión es una sola” (Al Bujari, Muslim).

Es importante que conozcamos al Profeta Muhammad, su vida, su biografía, sus modales, y su estilo de vida; haciendo esto, nos beneficiamos de las siguientes maneras:

(1) Lo amaremos y respetaremos. Amar al Profeta es una parte esencial de la fe, como el mismo profeta declaró:

“Ninguno de ustedes realmente cree hasta que yo le sea más amado que sus propios hijos, sus padres y toda la gente" (Muslim).

Es imposible amar a quien no se conoce, y el amor por alguien aumenta cuando conocemos las excelentes cualidades que esa persona tiene.

(2) Nuestra fe en su mensaje se incrementará. Cuando uno llega a conocer la secuencia de los acontecimientos de su vida y de su tiempo, no tiene ninguna duda de que la religión que predicaba es realmente la verdadera, y que de hecho él fue un Mensajero asistido por Allah desde los cielos.

Nuestro amado Profeta

“Empecé a mirarlo a la vez que veía la luna, él vestía una capa roja y, a mi parecer, se veía más bello que la luna” (At-Tirmidhi).

Así es como Yábir Bin Samura describió al último de los profetas, la Corona de los mensajeros, el Líder de los piadosos, el Príncipe de los creyentes, el Elegido de nuestro Dios Misericordioso.

Tenía un rostro agradable que era redondeado, blanco y bello. Su cabello le llegaba hasta los lóbulos de sus orejas. Su barba era espesa y negra. Cuando estaba complacido, su rostro se iluminaba. Su risa no era más que una sonrisa. Sus ojos eran negros y sus pestañas eran largas. Sus largas cejas eran curvas. Cuando los ojos de Abdullah Ibn Salam, el mayor erudito judío de Medina en su época, se posaron en su rostro, ¡él declaró que no podía ser el rostro de un mentiroso!

Era de mediana estatura, no era ni alto ni bajo. Caminaba inclinándose hacia adelante. Usaba sandalias de cuero curtido. Su faldilla alcanzaba a la mitad de sus canillas y a veces apenas cubría sus rodillas.

En su espalda, hacia su hombro izquierdo, estaba "el sello de la profecía". Tenía el tamaño de un huevo de paloma, con motas. Las palmas de sus manos fueron descritas como más suaves que la seda.

Se lo podía reconocer por su perfume, cuando se acercaba, desde una larga distancia. Las gotas de su sudor fueron descritas como perlas. ¡Se relata que sus discípulos recolectaban su sudor para mezclarlo con sus perfumes y así hacerlos más fragantes!

La doctrina islámica sostiene que al demonio se le ha prohibido presentarse en los sueños de la gente con la apariencia del Profeta. Si alguien lo ve en sus sueños con la apariencia aquí descrita, entonces creemos que ha visto al Profeta mismo.

Guardaba silencio por largos períodos y era la persona más digna cuando estaba en silencio.

Cuando hablaba, decía solo la verdad con una voz agradable a los oídos. No hablaba con prisa; más bien hablaba con claridad y cada palabra era bien pronunciada para que los que se sentaban con él la pudiesen recordar. De hecho, hablaba de un modo tal que si alguien hubiese deseado contar sus palabras habría podido hacerlo fácilmente. Sus sahabas lo describieron como alguien que no era vulgar ni indecente. Él no maldecía a la gente ni la insultaba. Solía reprender tan solo diciendo:

“¿Qué le sucede a tal persona...?” (Sahih Al Bujari).

El comportamiento más odioso para él era la mentira. A veces repetía sus palabras dos y hasta tres veces para que los oyentes pudiesen entenderlo. Solía dar breves sermones. Cuando pronunciaba un sermón sus ojos se enrojecían, su voz se elevaba, y exteriorizaba tanto sus emociones que parecía estar advirtiendo sobre el asalto de un enemigo.

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